Volver a casa debería ser un alivio.
Un momento de descanso, desconexión y paz.
Pero para muchas personas, no lo es.
Procrastinar el regreso al hogar se ha convertido en una costumbre silenciosa.
Alargar la jornada. Pararse en cualquier sitio. Hacer tiempo.
Todo, por no enfrentarse al malestar de llegar a un lugar que no sienten como refugio.
¿Te pasa? No estás sola.
Un problema más común de lo que parece
Este fenómeno tiene nombre: procrastinación del regreso.
Aunque no está recogido como trastorno clínico, es un patrón psicológico real que he observado en muchas de mis pacientes.
Se manifiesta así:
Te inventas excusas para quedarte más rato fuera.
Haces tareas innecesarias con tal de no llegar.
Te sientes incómoda en tu propia casa, pero no sabes por qué.
Y no, no siempre tiene que ver con relaciones de pareja ni con grandes conflictos.
A veces, simplemente el espacio no ayuda.
O tu mente está agotada y necesita una estructura emocional distinta.
¿Qué causa este rechazo sutil?
Carga mental acumulada.
El hogar no es descanso, es trabajo no remunerado: lavadoras, cenas, deberes...
Espacios desordenados o mal iluminados.
La luz, el color y la distribución influyen directamente en tu estado emocional. La neuroarquitectura lo confirma.
Falta de conexión emocional.
No sientes que el espacio te representa. No es tuyo. No te “sujeta”.
Ruidos, discusiones, o simplemente tensión latente.
Aunque nadie grite, se nota. Y eso agota.
La buena noticia: se puede cambiar
Con la combinación adecuada de Psicología Positiva y Neuroarquitectura, he acompañado a muchas mujeres a transformar no solo su casa… sino su forma de habitarla.
Aquí tienes algunas claves:
Revisa el entorno: ¿Qué ves al entrar? ¿Qué olor hay? ¿Cómo te recibe el espacio?
Cambia la narrativa: Tu casa puede pasar de “obligación” a “cuidado”.
Rediseña emocionalmente: No hace falta tirar tabiques. A veces basta con recolocar, pintar o cambiar cómo usas cada rincón.
Trabaja tu bienestar emocional: Porque el espacio físico es un reflejo de lo que llevas dentro.
Caso real: Marta, 39 años
Marta trabajaba en una agencia de comunicación. Decía que amaba su trabajo, pero cada tarde se alargaba “un poco más”.
Hasta que una vez, al hablar juntas, soltó esta frase:
“Fátima, es que llego a casa y no puedo con el alma. Siento que nada me ayuda a parar.”
Empezamos a trabajar juntas. Primero con terapia emocional. Luego, hicimos cambios sencillos en su salón y dormitorio.
Hoy, Marta sale antes del trabajo. Cena sin móvil. Y dice que por fin su casa huele a calma.
Conclusión:
Volver a casa no debería doler.
Y si lo hace, es momento de mirarlo de frente.
Porque hay solución.
Y empieza por cuidar lo que llevas dentro… y lo que te rodea fuera.
👉 Si quieres transformar tu relación con tu hogar (y contigo), agenda tu primera sesión de orientación por solo 25€.
Te espero en: www.fatimaizquierdo.com