La lectura no es un lujo estacional. Es una herramienta de autoconocimiento.
Cada agosto aparece el mismo ritual: listas de libros "perfectos para el verano", consejos de lectura ligera, recomendaciones bajo la promesa de “desconectar”.
Pero, ¿por qué limitamos ese espacio de conexión a unas pocas semanas del año? ¿Por qué no convertir la lectura en una práctica semanal que nos sostenga… en lugar de una excepción vacacional?
En mi caso, llevo más de dos años con un club de lectura propio. Y participo en otros dos que me han enseñado a leer desde otro lugar: no desde la evasión, sino desde la presencia.
Porque un buen libro, si sabes leerlo, puede ser como una sesión de terapia. Puede mostrarte patrones, poner nombre a lo que sientes, ayudarte a soltar sin juzgarte.
Este verano abrí un libro que llevaba años en casa. No lo terminé. Pero no porque no me gustara. Sino porque me bastó un solo párrafo:
"No se trata de añadir más cosas a tu vida. Se trata de soltar lo que no eres."
Y ahí lo vi claro: no necesitaba otro plan de mejora personal. Ni otra lista de hábitos. Necesitaba acompañamiento para saber qué soltar.
Leer de forma consciente no es lo mismo que pasar páginas al sol. Es una práctica que, con el enfoque adecuado, puede:
Si formas parte de un club de lectura con mirada emocional, lo sabes. Y si no, quizás es el momento de crear ese espacio propio. Uno que te acompañe a lo largo del año, no solo en vacaciones.
Muchas mujeres llegan a consulta tras leer algo que les remueve. Una frase. Un concepto. Una historia. Y ese es el punto de partida.
No buscamos soluciones mágicas. Buscamos claridad. Y una guía que, por fin, nos hable claro.
Si sientes que hay algo que soltar pero no sabes cómo, podemos empezar juntas.
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