Cada verano repetimos el mismo ritual: decidir qué llevar, qué dejar y cómo meter todo en una maleta que, a veces, parece más pequeña que nuestros miedos. Lo curioso es que esa maleta no solo contiene ropa, cremas o un cargador. También lleva dentro algo más profundo: nuestra forma de vivir.
Muchas personas creen que preparar el equipaje es solo una cuestión práctica. Pero cuando analizamos nuestras decisiones —cuántas cosas metemos, en qué orden, cuándo lo hacemos— aparecen patrones que nos delatan.
Y lo peor: estos patrones se trasladan también a nuestras decisiones vitales.
Desde la Psicología Positiva y el análisis emocional, podemos trabajar sobre estos gestos aparentemente triviales. Aquí algunos pasos:
María llegó a consulta diciendo que era “una exagerada con las maletas”. Al profundizar, descubrimos que su infancia había sido inestable, y la sobrepreparación era su forma de buscar seguridad. Al trabajarlo juntas, empezó a reducir su carga. Literal y emocional. Hoy no solo viaja más ligera: vive con más calma.
No se trata de viajar con mochila o maletón. Se trata de reconocer cómo esos gestos reflejan algo más profundo. Porque muchas veces, en el fondo del equipaje, se esconde un deseo no dicho: sentirnos a salvo.
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