¿Sabías que el mayor acto de amor que puedes hacer por tu familia es, precisamente, desaparecer de vez en cuando?
Sí, lo sé: a primera vista puede sonar egoísta. Sin embargo, la psicología positiva y la neurociencia aplicada al bienestar emocional coinciden en algo fundamental que muchas madres profesionales olvidan: para cuidar bien, hay que empezar por cuidarse una misma. Y para eso, a veces hay que salir de escena.
La maternidad (y la paternidad) responsable se ha confundido con estar disponible para todos a todas horas. Muchas mujeres, sobre todo aquellas que han construido una vida profesional sólida y han trabajado su desarrollo personal, caen en la trampa de la omnipresencia: no permitirse ausencias, no delegar, no soltar. Todo lo contrario de lo que recomiendan las investigaciones actuales sobre bienestar emocional.
La consecuencia es previsible: agotamiento, sensación de estar “agradecida pero triste”, y una culpa sorda que se acumula día tras día. Dejas de ser tú para convertirte en la persona que siempre resuelve, la que nunca falta, la que sostiene la casa, el trabajo y la familia... hasta que un día te descubres desconocida frente al espejo.
Este agotamiento silencioso es más frecuente de lo que crees, y no se soluciona con apps motivacionales ni frases de Instagram. Se soluciona con acción y autovaloración.
El primer paso para una maternidad responsable y saludable es entender que cuidar tu individualidad no es un acto de egoísmo. Es la base para poder cuidar a los demás sin agotarte ni perder tu identidad.
Una de mis clientas, profesional sanitaria y madre de dos niños, llegó a consulta agotada. Había dejado de hacer cosas que le gustaban “por falta de tiempo” y sentía culpa por solo pensarlo. Pactamos con su pareja una tarde libre cada quince días. ¿El resultado? No solo recuperó su energía, sino que su pareja se sintió más protagonista y sus hijos ganaron en autonomía. El clima familiar mejoró y la culpa desapareció. El truco no fue una receta mágica, sino dar valor a su propio tiempo y comunicarlo sin miedo.
La maternidad responsable no es estar disponible siempre, sino cuidar de ti para poder cuidar mejor. Cuando te permites desaparecer de vez en cuando, vuelves más entera, más auténtica y más presente.
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