“Ex-Ogilvy”. “Ex de Pedro”. “Ex directora de…”.
Parece que muchas mujeres viven atrapadas en lo que fueron, como si no confiaran en lo que son ahora. Y eso, aunque parezca una simple forma de presentarse en LinkedIn o en una conversación, dice mucho más de lo que parece. Dice que hay un duelo mal cerrado. Una herida que aún sangra. Y sobre todo, una necesidad profunda de volver a encontrarse con una misma.
El fenómeno del “ex” es más común de lo que creemos. Basta con abrir una red social o asistir a una reunión para encontrar personas que se presentan desde el pasado:
Y aunque no hay nada de malo en tener orgullo por lo vivido, el problema aparece cuando ese pasado se convierte en una especie de escudo. Cuando la persona lo pone en primer plano porque no se siente lo suficientemente valiosa en su presente.
Es una forma sutil de decir: “Por si no basto yo sola, aquí tienes un sello de garantía.”
Este patrón no solo es profesional. También es profundamente emocional.
Las rupturas —tanto personales como profesionales— requieren un proceso de duelo. Un tiempo para digerir, aceptar y transformar esa pérdida en aprendizaje. Pero muchas veces ese proceso no se completa. Se aparca. Se disfraza de “superación” cuando en realidad es una negación elegante.
Y entonces ocurre algo muy sutil:
Esto genera una identidad anclada en el pasado. Y mientras tanto, el presente se vuelve frágil. Incierto. Poco habitable.
No es una cuestión de ego. Es una cuestión de amor propio.
Recuperar tu bienestar emocional tras una ruptura (de pareja, de trabajo o de etapa vital) no tiene nada que ver con olvidar. Tiene que ver con integrar. Con aprender a mirar tu historia sin que te pese. Con construir una narrativa en la que tú eres la protagonista, no solo una ex de algo o de alguien.
Aquí van tres pasos clave para empezar:
Caso real: Hace poco, una mujer me escribió tras ver un post sobre este tema. Me contó que durante años llevó como bandera el hecho de haber trabajado en una gran agencia. Pero que, en el fondo, no era feliz. Sentía que su vida actual no “estaba a la altura” de lo que fue. Y por eso, se obligaba a seguir recordándolo, como si eso le diera legitimidad.
Después de varias sesiones, esa narrativa cambió. Empezó a valorar lo que estaba construyendo ahora. A reconocerse como madre, como profesional freelance, como mujer creativa y valiente. Y sobre todo, a hablar desde el presente.
Su identidad dejó de ser un monumento al pasado. Y se convirtió en un proyecto con futuro.
Conclusión: El mundo está lleno de mujeres valiosas que aún se esconden detrás de lo que fueron. Pero el verdadero poder no está en presumir de un pasado brillante. Está en construir un presente con sentido.
Amor propio no es ignorar lo vivido. Es no necesitarlo para validarte.
Y si sientes que estás atrapada en una identidad que ya no te representa, quizá ha llegado el momento de soltar. Y empezar, por fin, a ser tú.
Si quieres trabajar en esto con acompañamiento profesional, te espero en fatimaizquierdo.com