El perfeccionismo invisible que sabotea tu verano (y cómo empezar a descansar de verdad)

El perfeccionismo invisible que sabotea tu verano (y cómo empezar a descansar de verdad)

El verano. La época en la que, según todos los anuncios, deberías estar tumbada al sol, en modo zen, leyendo libros inspiradores y, de paso, reconstruyendo tu mejor versión. Pero si eres como muchas profesionales, quizá el verano es, en realidad, la época en la que más exigencias te pones. Más listas, más expectativas, más culpa cuando, a pesar de todo, no logras sentirte bien del todo.

Quizá no lo cuentas en voz alta, pero lo piensas: ¿por qué, si tienes salud, familia y vacaciones, sigues sintiéndote así de cansada? El perfeccionismo invisible es el culpable silencioso de muchos veranos arruinados.

El error que nadie te advierte: el verano “productivo”

Muchas mujeres llegan al verano convencidas de que por fin van a descansar. Pero a los pocos días ya han caído en la trampa: una lista interminable de cosas que “tendrían” que hacer. Leer tres libros, ordenar armarios, ponerse en forma, aprender algo nuevo, aprovechar el tiempo con los niños, cuidar la alimentación, meditar cada día… Una maratón disfrazada de descanso.

El error está en confundir las vacaciones con una oportunidad para rendir todavía más. Y la consecuencia es demoledora: más cansancio, más frustración y la amarga sensación de que nunca es suficiente.

A menudo, esto pasa desapercibido porque el perfeccionismo no se presenta siempre como una voz gritona, sino como una exigencia sutil: “ya que tienes tiempo, deberías aprovecharlo”. Y así, el verano se llena de obligaciones autoimpuestas que acaban drenando la poca energía que quedaba.

La solución: cambiar la pregunta, no la lista

Lo primero que necesitas no es una mejor lista, sino un cambio radical de perspectiva. No se trata de “aprovechar” el verano, sino de aprender a sentirlo. Descansar no es una tarea más que añadir a la agenda; es la base desde la que todo lo demás se construye.

En consulta, muchas mujeres llegan convencidas de que el problema es su falta de voluntad. Pero lo que realmente ocurre es que llevan años —incluso décadas— funcionando en modo rendimiento, sin parar a preguntarse cómo quieren sentirse, no solo qué quieren lograr.

Un primer paso puede ser hacer justo lo contrario de lo que dicta el perfeccionismo: dejar huecos vacíos en el calendario. Permitirte no tachar nada, no tener plan, no hacer nada productivo. Recuperar la sensación de estar en tu piel, en vez de “aprovechar” cada minuto.

Caso real: romper la inercia

Hace poco, una clienta me confesó que su mayor miedo al dejar la lista de tareas era “desaprovechar” el verano. Pero, tras probar durante una semana a no forzarse a nada —ni a leer, ni a ordenar, ni a mejorar nada—, empezó a notar un cambio real: más calma, más presencia, más capacidad para disfrutar de las cosas pequeñas.

El perfeccionismo invisible se combate con actos pequeños de rebeldía cotidiana: elegir una tarde para no hacer nada, dejar que los niños se aburran, decidir que “descansar” no es perder el tiempo sino ganar vida.

La neurociencia lo confirma: el cerebro necesita espacios de descanso real para poder integrar experiencias, regular emociones y recargar energía. Cuando te obligas a rendir hasta en vacaciones, tu sistema nervioso no desconecta y el estrés sigue latente.

Si te reconoces en este ciclo de listas y exigencias, este verano puede ser diferente. No necesitas tachar nada más: solo aprender a sentir lo que de verdad necesitas. Y sí, a veces, eso implica pedir ayuda profesional para romper inercias antiguas.

Cada septiembre escucho la misma frase: “No he descansado de verdad”. No hace falta que la repitas otro año más. Si necesitas un acompañamiento real, sin postureos ni recetas mágicas, prueba una sesión de orientación conmigo. Un verano puede cambiar muchas cosas, pero solo si empiezas a cuidarte de verdad.


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