Vivimos en la era del diagnóstico exprés.
No hace falta ir a terapia para saber que tu ex era un narcisista, tu madre es tóxica o tu jefe tiene rasgos psicopáticos.
¿Te suena?
Este fenómeno tiene nombre: lenguaje psicologizante.
Y aunque parezca una evolución positiva —hablar más de emociones, visibilizar el malestar—, lo cierto es que su mal uso está teniendo consecuencias reales en nuestras relaciones.
Porque no, no todo el mundo a tu alrededor tiene un trastorno.
Y sí, hablar como si lo tuvieran puede estropear incluso los vínculos más valiosos.
¿Qué es el lenguaje psicologizante?
Se refiere al uso informal y muchas veces incorrecto de términos clínicos como "narcisista", "bipolar", "trauma", "tóxico", "manipulación emocional", "gaslighting", "ansiedad", "luz de gas", "límites"...
Conceptos que nacieron en la psicología científica pero que ahora circulan por redes sociales, series de Netflix y conversaciones de WhatsApp como si fueran diagnósticos caseros.
Y claro, etiquetar da poder.
Nos da una falsa sensación de claridad, de control.
Pero también puede hacer mucho daño si se usa como arma.
¿Por qué usamos estas etiquetas sin comprenderlas?
El cerebro humano odia la ambigüedad.
Preferimos una etiqueta sencilla a un proceso complejo.
Es más fácil decir “es tóxica” que explicar que tienes miedo a hablar con tu madre porque nunca sabes cómo va a reaccionar.
Es más fácil decir “es un narcisista” que reconocer que te está costando soltar una relación en la que no te sentías vista.
Además, las redes sociales no ayudan.
La salud mental se ha convertido en tendencia.
Y eso, aunque ha traído avances, también ha creado un escenario peligroso: influencers sin formación dando consejos terapéuticos y normalizando una jerga emocional sin contexto.
El problema de usar mal estas palabras
Llamar a alguien “tóxico” sin matices totaliza a la persona.
La reduce a un rasgo.
Y se pierde la historia detrás de ese comportamiento.
📌 El lenguaje importa:
No es lo mismo decir “eres una persona manipuladora” que decir “me sentí confundida después de nuestra conversación”.
📌 La etiqueta rompe el puente:
Si te digo que eres narcisista, no hay lugar al diálogo.
Hay juicio, no curiosidad.
Hay muro, no vínculo.
📌 El daño es mayor en los jóvenes:
Muchas adolescentes y jóvenes adultas construyen su identidad basándose en lo que otros les devuelven.
Si su círculo les etiqueta constantemente, pueden interiorizarlo y convertirlo en verdad.
¿Entonces no se puede nombrar nada?
Claro que sí.
Nombrar es importante.
Pero con responsabilidad.
Y sobre todo, con intención de comprender, no de clasificar o castigar.
💡 Decir que algo “te duele” no es lo mismo que decir que el otro “es abusivo”.
💡 Hablar de “dinámicas tóxicas” es más preciso que tachar a la otra persona de “tóxica”.
Una relación difícil no convierte al otro en un monstruo.
Puede haber dolor sin que haya maldad.
Puede haber conflicto sin necesidad de diagnóstico.
El conflicto no es el enemigo
Uno de los errores que veo en consulta es este:
Confundir conflicto con peligro.
Pensar que cualquier discusión, cualquier desacuerdo, cualquier incomodidad… es señal de alarma.
Pero no lo es.
Lo que sí es alarmante es la falta de habilidades para gestionar ese conflicto.
Y eso no se soluciona con etiquetas.
Se soluciona con introspección, conversación y práctica emocional.
Hay relaciones que se están rompiendo por falta de vocabulario emocional real.
Por exceso de juicio.
Por no saber cómo expresar una necesidad sin atacar.
Por no tener herramientas… y esconder esa falta con palabras grandes.
¿Cómo podemos sanar este uso del lenguaje?
Revisa tus palabras:
Antes de llamar a alguien “tóxico”, pregúntate: ¿qué me hizo sentir así?, ¿puedo describir el comportamiento concreto?
Abandona el rol de terapeuta:
Tú no estás para diagnosticar a nadie.
Estás para entenderte mejor a ti y decidir desde ahí.
Vuelve al contexto:
Una conversación de WhatsApp no es suficiente para saber quién es alguien.
Observa, pregunta, escucha en varios escenarios.
Aprende a comunicar desde ti:
“Me sentí ignorada cuando no me respondiste”
es muy distinto a
“Eres un pasivo-agresivo emocionalmente inmaduro”.
Si te sientes perdida, pide ayuda profesional:
Y si esa ayuda está bien dada, te enseñará a mirar con más profundidad y menos juicio.
Conclusión: menos etiquetas, más presencia
Podemos tener relaciones más sanas sin recurrir al diccionario clínico.
Podemos hablar de lo que sentimos sin diagnosticar.
Podemos nombrar lo que duele… sin deshumanizar al otro.
Pero para eso hace falta lo que no se aprende en redes:
Tiempo.
Escucha.
Y voluntad de crecer.
Y eso es exactamente lo que hacemos juntas en consulta.
Si sientes que podrías estar mejor pero no sabes por dónde empezar, te acompaño.
La primera sesión de orientación cuesta solo 25€ y es el primer paso para dejar de etiquetar… y empezar a entender.