A finales del siglo XIX, mientras los hombres vascos levantaban piedras en fiestas populares, había mujeres que hacían algo aún más impresionante: arrastraban barcos de mercancías por la ría del Nervión, en Bilbao. Eran las sirgueras. No hay metáfora aquí. Tiraban de barcos reales, con arneses al pecho, caminando por el barro, sin descanso ni derechos laborales.
Lo hacían por necesidad. Porque los remolcadores eran caros. Porque los animales exigían manutención. Porque su fuerza de trabajo salía más barata. Y más desechable.
Quizá no estés arrastrando un barco. Pero tal vez arrastras responsabilidades, culpas, expectativas, emociones... Y lo haces como ellas: en silencio, sin aplausos. Porque puedes. Porque siempre has podido. Hasta que el cuerpo o la mente dicen basta.
El cansancio emocional no siempre viene del exceso de tareas. A veces viene del exceso de invisibilidad. De dar mucho y recibir poco. De sostener y que nadie te sostenga.
Como las sirgueras, tú también necesitas reconocimiento. Y descanso. Y dirección.
El primer paso para dejar de arrastrarlo todo sola no es una gran revolución. Es un gesto pequeño: decirte que mereces otro ritmo, otro enfoque, otro cuidado.
La psicología positiva y la neuroarquitectura no son solo teorías bonitas. Son herramientas prácticas para transformar tu forma de vivir, de sentir y de habitar tus espacios. No necesitas cargar con todo. No sola.
En consulta, trabajo cada semana con mujeres que se parecen a ti. Mujeres que no están “mal” pero saben que podrían estar mucho mejor. Que no buscan fórmulas mágicas, sino un lugar seguro desde el que reorganizar su mundo interno.
Como las sirgueras, tú también tienes una historia que merece ser contada. Pero también mereces escribir el siguiente capítulo sin barro en los pies ni una cuerda al cuello.
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