La Universitat Politècnica de València acaba de presentar algo que puede marcar un antes y un después en la educación: el Espacio Piloto WELL. Un aula que no solo ha sido reformada estéticamente, sino que ha sido diseñada para las personas.
¿Qué significa eso?
Que por primera vez en España, se ha evaluado científicamente cómo el entorno físico afecta al bienestar emocional, mental y físico de estudiantes y profesorado antes y después de la reforma.
Y lo más poderoso es esto: se nota.
No hace falta un máster en neurociencia para saber que algo ha cambiado. Porque al entrar, la gente dice: “Me siento mejor… y no sé por qué.”
El error de siempre: aulas que agotan
Durante décadas, las aulas se diseñaron para encajar pupitres, no personas. Iluminación agresiva, mala acústica, falta de ventilación… y luego nos sorprendemos de la falta de atención, del estrés y del agotamiento.
Pero ahora tenemos datos, ciencia y tecnología para demostrar que un buen entorno mejora la atención, la memoria, la creatividad y el bienestar. No es decorativo. Es esencial.
¿Qué se ha hecho en la UPV?
El proyecto, impulsado por el laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV y el estudio CU4 arquitectura, partió de un diagnóstico riguroso:
– Se midieron variables cognitivas (atención, memoria, creatividad).
– Se usaron herramientas neurofisiológicas para medir cómo reacciona el cuerpo.
– Se escuchó activamente a profesorado y alumnado para rediseñar el aula con ellos.
Una vez rediseñada, se introdujeron materiales naturales, plantas, ventilación regulada, iluminación circadiana y mobiliario ergonómico. El aula ahora es un ecosistema vivo que cuida de quienes la habitan
Carmen Llinares, directora del laboratorio, lo resume así:
“Antes de la intervención evaluamos cómo se sentían y cómo rendían. Después, el cambio es claro: más bienestar, más foco, más ganas.”
¿Qué es el sello WELL y por qué importa?
El WELL es una certificación internacional que mide el impacto de los espacios en la salud de las personas. No solo evalúa CO₂ o iluminación, sino también cómo te sientes en ese lugar.
Porque si un espacio no te cuida, te agota.
Y si te agota todos los días… algo se rompe dentro.
Beneficios concretos observados:
– Reducción de la fatiga mental en el profesorado.
– Aumento de la participación activa en clase.
– Mejora en la percepción de bienestar sin necesidad de “explicación lógica”.
Y ahora viene la gran pregunta: ¿Y si lo aplicamos a tu vida?
Si estás leyendo esto, lo más probable es que pases muchas horas en un lugar que no ha sido diseñado pensando en ti.
Pero la buena noticia es que se puede cambiar.
Y no hace falta derribar paredes. Hace falta empezar por preguntarse:
– ¿Cómo me hace sentir este espacio?
– ¿Qué podría mejorar para concentrarme más y agotarme menos?
Ahí es donde entra mi trabajo.
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Conclusión
El aula WELL de la UPV no es una rareza futurista. Es el presente que ya está ocurriendo. Y si podemos aplicarlo en una universidad pública, también podemos llevarlo a tu casa, a tu despacho o a la habitación donde intentas trabajar sin paz.
Porque lo que no se ve… también se siente.