¿Y si el problema no fuera tener problemas, sino dejar de tenerlos?
Vivimos en una sociedad obsesionada con la calma, la estabilidad, la ausencia de conflictos. Nos venden una vida ideal donde todo esté resuelto, donde el estrés desaparezca y solo quede descansar. Pero hay algo que casi nunca se dice: muchas personas se apagan justo cuando logran esa ansiada tranquilidad.
En consulta, me he encontrado con mujeres que sienten un vacío después de los 40, tras superar sus grandes metas: hijos criados, estabilidad laboral, incluso jubilación anticipada. Y sin embargo, se sienten perdidas. Lo que les falta no es más descanso. Lo que les falta es propósito.
La trampa del descanso permanente
Durante años, se ha romantizado la jubilación como el gran premio: dejar de trabajar, descansar, vivir sin horarios. Pero lo que no nos cuentan es que el cerebro humano necesita desafíos. Necesita actividad. Necesita resolver.
Un estudio publicado en Frontiers in Psychology demostró que la sensación de propósito en la vida está directamente relacionada con una mejor salud física y mental, incluso en adultos mayores. La ausencia de propósito, en cambio, se asocia con mayor deterioro cognitivo y mayor riesgo de depresión.
El conflicto elegido como motor vital
No hablamos de conflictos destructivos. Hablamos de retos significativos, de problemas interesantes, de fricciones que movilizan. La psicología positiva lo explica muy bien: la felicidad no consiste en evitar el malestar, sino en vivir experiencias con sentido, incluso si son desafiantes.
Mihály Csíkszentmihályi, padre del concepto de "flow", defendía que la plenitud llega cuando nos enfrentamos a tareas que nos exigen, que requieren concentración, que tienen un objetivo claro. Lo contrario del aburrimiento. Lo contrario de la inercia.
¿Y si lo que te falta es un problema… que te entusiasme resolver?
Si sientes que tu vida está “tranquila” pero algo en ti se está marchitando, tal vez ha llegado el momento de elegir un nuevo conflicto. No para sufrir. Para evolucionar.
Puede ser algo pequeño: aprender algo nuevo, hacer voluntariado, retomar una afición olvidada. O algo grande: reorientar tu carrera, empezar una terapia, construir una vida que te emocione más.
El error de pensar que "ya es tarde"
Muchas mujeres llegan a consulta con esta frase: "Es que ya no tengo edad para cambiar."
Y no puedo evitar sonreír. Porque los grandes aprendizajes, los más profundos, los más transformadores, llegan precisamente cuando dejamos de correr… y empezamos a mirar.
Lo que llamamos “crisis de los 40” o “de los 50” no es más que una invitación a preguntarte en serio:
¿Esto es todo?
¿O todavía puedo elegir algo distinto?
La Psicología Positiva no es autoayuda barata
Se trata de aplicar ciencia al arte de vivir. Se trata de entender cómo funciona el bienestar emocional, cómo se entrena la resiliencia, cómo se construye una vida significativa.
Y, sobre todo, se trata de dejar de vivir como espectadora.
Tú no has venido aquí a ver pasar los días.
Has venido a vivirlos.
¿Qué puedes hacer hoy para empezar a recuperar ese propósito?
Revisa tu rutina diaria. ¿Qué haces solo por inercia? ¿Qué puedes cambiar?
Haz una lista de conflictos que te gustaría resolver. Sí, conflictos. Proyectos. Retos.
Busca espacios de conversación honesta. Con otras personas o contigo misma.
Considera pedir ayuda profesional. No porque estés mal, sino porque quieres estar mejor.
Acepta que el cambio da miedo. Y hazlo de todas formas.
Conclusión: Vivir con propósito no es un lujo. Es una necesidad.
Cuando el conflicto desaparece del todo, el alma se apaga.
Y tú no estás aquí para apagar nada.
Estás aquí para encender lo que queda por vivir.
Si estás en ese punto en el que la tranquilidad ya no basta…
hay algo que puedes hacer.