Una mujer a la que acompaño me lo dijo sin rodeos: “Fátima, ya no me molesta solo lo malo. Me molesta todo. Hasta el café, hasta mi pareja, hasta el silencio”. Y lo entendí al instante. Porque no es que su vida fuera un caos. De hecho, desde fuera, todo parecía estar en orden. Pero por dentro... todo pesaba.
Este estado de saturación emocional es más común de lo que pensamos. No es ansiedad en su forma clásica. No es tristeza profunda. Es más bien una mezcla difusa de agotamiento interno, bloqueo emocional y una especie de disociación amable con la vida cotidiana. No estás mal, pero tampoco bien. No lloras, pero tampoco disfrutas. Cumples con todo... pero sientes que no estás.
Desde la psicología positiva y la neurociencia aplicada, sabemos que cuando el sistema nervioso se encuentra en estado de alerta constante, incluso los estímulos positivos se procesan como amenaza. El café no relaja, el paseo no despeja, la conversación cansa. ¿Te suena?
Muchas mujeres intentan “tirar para adelante”. Se dicen a sí mismas que es una mala racha, que ya pasará, que solo necesitan vacaciones o dormir mejor. Y claro, nada de eso funciona. Porque el cuerpo no necesita descanso, necesita reparación emocional. Y la mente no necesita distraerse, necesita ser escuchada.
Cuando esta desconexión interna se alarga, comienzan a aparecer síntomas más visibles:
Esto puede derivar en relaciones más tensas, decisiones impulsivas, cambios de humor y una sensación cada vez más profunda de no reconocerte en tu propia vida. No estás loca. No eres débil. Estás saturada. Y eso tiene solución.
Volver a tu centro no implica dejar tu trabajo, hacer un retiro espiritual ni mudarte al campo. Implica recuperar herramientas internas que te permitan, poco a poco, volver a sentirte tú. Y eso se consigue desde un enfoque realista, con ciencia y sin postureos.
En las sesiones que ofrezco, trabajamos juntas con una mirada práctica y profunda. No te doy consejos genéricos ni te mando tareas que no vas a hacer. Lo que hacemos es:
La clave no está en hacer más. Está en hacer distinto. Y para eso, necesitas un espacio seguro donde poder dejar de fingir que todo va bien, sin miedo a que te juzguen o te comparen. Ese espacio lo construimos juntas.
La mayoría de las mujeres que llegan hasta mí lo hacen después de haber probado muchas cosas: terapia tradicional, libros, cursos, incluso meditación. Y aunque algo les ha ayudado, ninguna de esas herramientas ha generado un cambio real y sostenido. Lo que trabajamos juntas no es solo hablar. Es transformar.
Si sientes que últimamente todo te molesta —hasta lo bueno— no lo ignores. Es tu cuerpo hablándote. Y si lo escuchas a tiempo, todavía puedes volver a ti sin romperlo todo.
¿Quieres empezar con algo sencillo pero profundo? Puedes reservar una primera sesión de orientación conmigo por solo 25 €. Es corta, clara y concreta. Y muchas veces, es justo lo que necesitas para saber si este es tu camino.
