Cómo sanar un duelo que no pudiste cerrar (y por qué incluso tu mascota necesita)

Cómo sanar un duelo que no pudiste cerrar (y por qué incluso tu mascota necesita)

Hay despedidas que se hacen con palabras. Otras, con silencios. Y luego están las que no se hacen nunca.

El problema es que lo no dicho también pesa. Y a veces, lo arrastramos durante años. La buena noticia es que todo duelo puede cerrarse si encuentras el lugar y el momento para hacerlo.

Cuando no te dejan decir adiós

Muchas personas llegan a consulta con una sensación de estancamiento vital que no saben de dónde viene.

Pero tirando del hilo, aparece siempre lo mismo: un trabajo al que no pudieron renunciar con dignidad, una pareja que se fue sin explicaciones, un ser querido que falleció cuando aún no sabían cómo hablarle.

Esos duelos no cerrados generan ansiedad, somatización física, insomnio, bloqueos emocionales.

Y no, no es cosa de sensibilidad excesiva. Es biología emocional.

El caso de los animales y el Protocolo Haru

Puerto Real ha implementado una medida preciosa: permitir que las mascotas se despidan de sus dueños en el cementerio.

Sí, has leído bien. Porque los animales también sufren. Y porque despedirse, incluso para ellos, es parte de la sanación.

Este tipo de gestos nos recuerdan que el duelo no es solo una formalidad. Es una necesidad psicoemocional básica.

¿Y tú? ¿Tienes algún adiós pendiente?

Cerrar bien no siempre implica una conversación. A veces basta con revivir el momento desde otro lugar. O permitirte llorar lo que no lloraste. O escribirle una carta a quien ya no está.

En consulta trabajamos con ejercicios terapéuticos que permiten atravesar ese dolor sin quedarte atrapada en él.

Cerrar ciclos no es olvidar. Es sanar.

Una de las herramientas más poderosas que usamos en terapia es el “ritual de la carta no enviada”. Se escribe con el corazón en la mano. Y se quema, se entierra o se guarda como símbolo de cierre. Parece simple, pero transforma.

Porque lo que no se dice se enquista. Y lo que se expresa, libera.

Si hay algo que sigue pesando dentro de ti, es posible que no lo hayas despedido del todo. Y mereces hacerlo. Por ti. Por tu paz. Y porque vivir con duelos abiertos es vivir a medias.


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