¿Y si te dijera que tu cerebro envejeció durante la pandemia… aunque nunca te infectaras?
Un nuevo estudio de la Universidad de Nottingham lo confirma: la experiencia pandémica en sí —el aislamiento, la ansiedad, la ruptura de rutinas— dejó una huella medible en nuestro cerebro.
Sí, incluso si “solo” estuviste encerrada en casa. Sí, incluso si seguiste trabajando, cuidando, aguantando. Sí, incluso si tú crees que estás “bien”.
Muchas mujeres vivieron la pandemia con la mochila llena: trabajo remoto, hijos en casa, responsabilidades invisibles.
Y cuando todo pasó, respiraron aliviadas… hasta que meses después empezaron a notar:
Pero como no hubo fiebre ni UCI, lo normalizaron. Creyeron que era estrés. Edad. Falta de sueño.
Hoy sabemos que no: fue neurobiología.
Según los datos del estudio británico, los cerebros de las personas analizadas mostraron un envejecimiento acelerado de 5,5 meses, en comparación con quienes no vivieron la pandemia.
Este cambio se detectó incluso en personas sanas, sin infección, y se asocia con menor rendimiento cognitivo.
¿Por qué? Porque el cerebro no distingue entre amenaza externa e interna: percibir un entorno hostil o incierto activa procesos de defensa que consumen energía, bloquean funciones ejecutivas y afectan la regeneración celular.
No estás rota. Esto no es irreversible. Pero requiere acción.
Con Psicología Positiva aplicada, es posible:
No necesitas años de terapia ni técnicas inalcanzables. Solo ciencia, constancia y alguien que sepa por dónde empezar.
María (nombre ficticio) llegó diciendo: “Tengo salud, trabajo, familia… pero no me reconozco”. Había pasado la pandemia sin contagios. Todo “en orden”. Pero su mente iba a cámara lenta. Dudaba más. Dormía mal. En 6 sesiones, su energía volvió.
Si también sientes que tu mente envejeció durante estos años, no lo ignores. No es “la edad”. No es pereza. Es tu cerebro pidiendo ayuda.
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