Cuando sube la temperatura, no solo te acaloras: te falta paciencia, duermes peor y cualquier cosa te saca de quicio. No es “solo el verano”. El calor actúa como un amplificador del estrés que ya venías arrastrando. Si por dentro vas a fuego lento, por fuera todo quema más.
El calor sostenido aumenta la fatiga y dificulta la regulación emocional. Si llevas semanas con decisiones postergadas, demasiadas pantallas y una casa que no te ayuda a descansar, el clima lo hace visible. No es debilidad: es tu sistema nervioso pidiendo tregua.
La clave no es esperar a septiembre, sino crear condiciones internas y espaciales que te enfríen por dentro aunque fuera arda. Eso es cuidarte de verdad: ciencia aplicada a lo cotidiano, sin rituales imposibles.
Si este bucle lleva meses, hacerlo acompañada acelera el cambio y evita el “mañana empiezo”. Terapia efectiva es método, seguimiento y adaptación a tu agenda real.
María (nombre cambiado) llegó “achicharrada”. No dormía, estaba irritable y decía que el calor la desbordaba. En tres semanas, con respiración 4–6, orden estratégico de mesilla/escritorio y un límite digital nocturno, recuperó sueño y paciencia. El calor siguió ahí, pero dejó de quemarla por dentro. Su frase final: “Ahora el termostato lo manejo yo”.
Ese es el objetivo: que tú vuelvas a tener el control. Sin postureo, sin recetas mágicas, con evidencia y calma.
CTA: Si llevas demasiado tiempo pensando “estoy bien, pero podría estar mejor”, es momento de hacer algo distinto. Reserva una sesión de orientación por 25 € y empecemos a trabajar juntas hoy mismo: fatimaizquierdo.com