Sentirse “bien” es una trampa.
No suena mal, ¿verdad? Tener salud, trabajo, una familia. En la superficie, todo en orden. Pero bajo esa calma aparente, muchas mujeres viven arrastrando un cansancio invisible, ese agotamiento que nadie nombra, y que solo aparece cuando la casa se queda en silencio y la mente por fin se atreve a preguntar: “¿Y quién me cuida a mí?”
Este es el secreto a voces de cientos de mujeres que, día tras día, se convierten en socorristas emocionales de su entorno. Salvan, previenen, sostienen, contienen. Sin embargo, nadie les lanza un flotador cuando el cansancio se instala y la culpa aprieta.
Has leído libros, probado meditación, hecho terapia… pero ese “algo” sigue ahí. Has asumido que, si tienes recursos, deberías poder gestionarlo. El error es pensar que por saber cuidar de todas, sabes cuidarte a ti misma. Y no, no es lo mismo.
La mayoría de mujeres que pasan consulta, reconocen sentirse “bien… pero no del todo”. Lo llaman ansiedad difusa, estrés bajo control, burnout femenino. Lo real: sienten que han normalizado cargar con todo y dejarse para el final.
La diferencia está en pedir ayuda, pero no cualquier ayuda. No más “consejos” ni frases de Mr. Wonderful. No más rituales imposibles ni soluciones exprés.
En las sesiones de orientación psicológica, el foco está en tres cosas:
Aquí entra la neuroarquitectura: no solo hablamos de emociones, sino de cómo tu espacio te drena o te recarga. Es ciencia, no magia.
Una de las historias más repetidas en consulta es la de la mujer que se encarga de todo y, sin embargo, siente que nadie se da cuenta de lo que necesita.
“Vengo porque me siento vacía. He probado todo y sigo igual.”
En una primera sesión, juntas identificamos los patrones invisibles:
Después de unas semanas, la misma mujer confiesa: “Por fin he entendido que no soy egoísta por dejarme ayudar. Llevo toda la vida lanzando flotadores y hoy, por primera vez, me lo lanzo a mí.”
Ser la socorrista de todos es agotador, y no, no es tu obligación. Mereces dejarte cuidar. Mereces recuperar la energía que das a los demás.
La primera sesión de orientación es el salvavidas real: concreta, sin magia, sin juicios. ¿Lista para dejar de ser la socorrista y empezar a cuidarte?